Había una vez una chica que se llamaba Mimi. Ella era una chica bajita, pelo moreno, ojos azules, tímida, responsable, organizada y a la que no le gustaba nada salir por las noches. Vivía en Australia, pero el día anterior de empezar los estudios había llegado con avión a Nueva York, así que fue a la residencia de la universidad de Nueva York a hospedarse en la habitación en la cual le tocó compartir con otra compañera. Al llegar a la residencia, como era su primera vez, no sabía dónde ir, así que estuvo preguntando a compañeros que empezaban o ya llevaban años estudiando allí. Al final, después de tanto dar vueltas para poder encontrar el pasillo y la puerta de la habitación adecuada preguntando, la encontró y al abrir la puerta se asustó, ya que se encontró en la cama de la compañera a un chico llamado George al que le encantaba escribir. George era todo lo contrario que ella, era un chico alto, pelo rubio, ojos marrones, llevaba piercings, impulsivo, irresponsable. No le gustaba na
Había una vez una chica que se llamaba Mimi, ella era una chica bajita, pelo moreno, ojos azules, tímida, responsable, organizada y que no le gustaba nada salir por las noches, que vivía en Australia, pero que el día anterior de empezar los estudios había llegado con avión a Nueva York así que fue a la residencia de la universidad de Nueva York a hospedarse en la habitación en la cual le tocó compartir con otra compañera. Al llegar a la residencia, como era su primera vez, no sabía dónde ir así que estuvo preguntando a compañeros que empezaban o ya llevaban años estudiando allí. Al final, después de tanto de dar vueltas para poder encontrar el pasillo y la puerta de la habitación adecuada preguntando pues la encontró y al abrir la puerta se asustó ya que se encontró en la cama de la compañera a un chico llamado George que le encantaba la temática erótica. George era todo lo contrario, era un chico alto, pelo rubio, ojos marrones, llevaba piercings, impulsivo, irresponsable, que no le