Aquella noche, el bar apestaba especialmente a alcohol, sudor y tabaco. Sobre el escenario, embutida en un y con excesivo carmín en los labios, una chica que solo tenía huesos cantaba con voz rota una triste canción. En la barra, un hombre grandote y con tres borrachos aburridos no prestaban ninguna atención a la chica. En la esquina más sombría, un orondo señor trataba de convencer a una chica un poco ingenua para irse, ella le miraba con ojos de inocente. A mi mesa se sentó un flacucho de bigotes finos y mirada perdida. El pobre desvariaba casi todo el tiempo, pero en un momento de lucidez le dijo a la chica: - No te fíes de ese hombre porque solo quería utilizar a las chicas débiles como tú. El hombre robusto se levantó de la mesa le arreó un pucherazo y le dijo: - No te metas en mis asuntos - y golpeándolo con patadas el hombre flacucho estaba tendido en el suelo. La chica que cantaba paró e...
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